A este «fabulista» colombiano se le atribuyen las más famosas obras infantiles del país, pero el tiempo y la historia han demostrado que fueron plagios de obras publicadas muchos años atrás en otros hemisferios
“El hijo de rana, Rinrín renacuajo, salió esta mañana muy tieso y muy majo; con pantalón corto, corbata a la moda, sombrero encintado y chupa de boda”. Este es el inicio de ‘Rinrín Renacuajo’ o ‘El renacuajo paseador’, uno de las fábulas más recordadas del escritor colombiano Rafael Pombo. Pero hay un pequeño detalle que tal vez muy pocos sepan acerca de este y muchas otras historias del fabulista.
Muchas de las obras que le son atribuidas en realidad son adaptaciones de canciones infantiles en inglés. De dos libros escritos por Pombo en 1867 y 1869, “Cuentos Pintados” y “Cuentos Morales para Niños Formales”, se desprenden sus fábulas más famosas, de las cuales gran parte no son de su autoría.
Sin embargo en todas las escuelas y demás centros de estudio de Colombia siempre se ha enseñado que Pombo fue el autor de esas y muchas otras obras más.
Por ejemplo, el mencionado ‘Rinrín Renacuajo’ es una versión traducida y levemente modificada de una ronda infantil, o Nursery Rhymes, como se les llama a estas composiciones en inglés. Se trata de ‘A frog he would a-wooing go’, también conocida como ‘Frog Went A-Courting’, una canción popular inglesa cuyas primeras versiones datan de 1611, más de 200 años antes de que el colombiano naciera.
Lo mismo sucede con varias fábulas del colombiano, entre ellas ‘Simón el bobito’ cuya versión inglesa es ‘Simple Simmon’, una canción del folclor británico escrita en 1764, la cual es una de las más conocidas en los países con habla inglesa. El mismo caso se repite con ‘Pastorcita’ y ‘Little Bo Peep’ (1805); y con ‘El Gato Bandido’ y ‘The Rotten Tillen’, de inicios del siglo XIX.
Este es el primer párrafo escrito por Rafael Pombo:
«Simón el bobito llamó al pastelero: ¡a ver los pasteles, los quiero probar!
-Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero ver ese cuartillo con que has de pagar.
Buscó en los bolsillos el buen Simoncito y dijo: ¡de veras! no tengo ni unito».
