Los ajustes editoriales, las renuncias y los cambios de personal que se han registrado en los últimos días en la revista Semana han levantado una polvareda insulsa en algunos puritanos que dicen defender la esencia del periodismo.
Era de esperarse que la compra de ese medio por parte del grupo económico de la familia Gilinski implicara un cambio profundo en el manejo de la revista. Nadie compra un medio de comunicación para que éste siga manejado por sus anteriores propietarios como bien les parezca.
Gilinski compró el grupo Semana, pidió renuncias, hizo nombramientos, fusionará algunas de las publicaciones de esa casa editorial y manejará la empresa a su antojo. Es el dueño y quien pone la plata es quien pone las condiciones.
No es la primera vez que ocurre en Colombia. Lo propio hizo el grupo Ardila Lulle cuando compró a RCN, lo propio hizo el grupo Santodomigo cuando compró a Caracol y cuando compró a El Espectador, lo propio hizo el grupo Sarmiento Angulo cuando compró a El Tiempo, etc. Y como dice el refrán : «Cada matador torea con su propia cuadrilla».
Cuando un grupo empresarial compra un medio de comunicación, lo hace movido por razones económicas buscando rentabilidad y por razones políticas buscando poder. Eso es lo que está haciendo el grupo Gilinski y eso es lo que han hecho los grupos antes referidos. Y para hacerlo nombran gente de su confianza, retiran a quienes puedan ser un obstáculo y quien no esté de acuerdo pues debe irse de la empresa.
En esos casos la abstracta libertad de información y la abstracta libertad de opinión pasan a un segundo plano, lamentablemente.
Y cuando en Colombia algunos periodistas rasos se han unido para fundar o para comprar medios de comunicación prometiendo absoluta independencia, el resultado termina siendo el mismo. Así ha ocurrido con los medios informativos del periodista Daniel Coronel, con la revista Alternativa y con muchos otros. O es que alguien cree que en estos últimos hay plena libertad de opinión y no existe ningún ánimo de lucro… Eso es iluso por no llamarlo utópico.
En Colombia la libertad de prensa, (opinión e información), está supeditada a las pautas publicitarias y al poder político. Y quien compra o crea medios de información toma las decisiones que crea más convenientes para obtener utilidades económicas y para acercarse a los gobiernos de turno sin mirar los códigos idealistas de la libertad de prensa.
A nivel parroquial ocurre lo mismo. Las emisoras de provincia, quienes compran espacios en las estaciones de radio y de televisión y los dueños de periódicos diarios o de semanarios, para subsistir necesitan pautas publicitarias y necesitan acercarse al poder político, así sea sacrificando su independencia. De lo contrario quiebran. Esa es la gran verdad sin tapujos y sin ambages. En este país los medios no viven de la sintonía, ni del número de lectores, ni de la venta de sus ejemplares.
Me gustaría ver a quienes hoy se están rasgando las vestiduras por lo que ocurre en Semana, comprando o creando un medio de información. Harían lo mismo.
Estamos en Colombia.
Cosa distinta son las implicaciones que ello trae para los lectores, para los oyentes y para los televidentes. Pero eso será objeto de otra columna nuestra.