Por Héctor Gómez Kabariq
Maldita costumbre la que se ha apoderado de los programas periodísticos de radio más renombrados del país cuando de realizar entrevistas se trata. Si el entrevistado no responde en el sentido que quiere el entrevistador, éste se disgusta, lo increpa, lo acosa e intenta obligarlo a que obedezca a sus pretensiones personales, que no son profesionales.
Quieren llevar al personaje a que se incline ante sus intenciones. Si no lo hace, cae en desgracia con quien lo está entrevistando.
Ese perverso y malévolo estilo está imperando en la doble W, en Caracol radio, en RCN radio y en Blu radio, cuyos programas periodísticos son los más sintonizados en Colombia.
El entrevistador quiere que el entrevistado diga “sí”. Si dice “no”, pobrecito. De ahí en adelante deja de ser entrevista para convertirse en un interrogatorio inquisidor encaminado a incinerarlo.
Cuando el entrevistado tiene carácter y no se arrodilla, el entrevistador lo regaña, lo agrede, lo calla, no lo deja hablar, lo increpa, lo desautoriza, lo despide de inmediato u ordena al control de sonido que corte la comunicación, diciendo al aire que “hubo una falla técnica que impide continuar el diálogo”. “Se cortó la comunicación”, dice.
Y si el entrevistado está en la cabina, aparece entonces el máximo irrespeto, como ocurrió esta semana en Caracol radio en Bogotá cuando la señora Vanesa de la Torre y el señor Pascual Gaviria estaban entrevistando a la congresista María Fernanda Cabal. La dirigente política, en uso de la libertad de expresión, quiso criticar el rol parcializado de algunos medios de información. No la dejaron sustentar su crítica, no le permitieron citar ejemplos y le cortaron la palabra, hasta que finalmente la señora de la Torre le dijo al aire a la congresista que mejor se fuera de la emisora. Primero la callaron y luego la sacaron.
No conozco a la señora Cabal, jamás la he visto presencialmente, nunca la he saludado, no comparto muchas de sus ideas, pero lo que hicieron con ella fue un soberano irrespeto, tremenda grosería. Qué bajeza. Eso no es periodismo. Eso es acribillar a mansalva y sobreseguro a una persona en situación de indefensión.
Todo entrevistado, sin distingo de raza, sexo, condición social o económica, edad, creencia religiosa o política, merece máximo respeto y está en libertad de expresar sus ideas así estas no gusten al entrevistador.
Ese irrespeto no se ve ni se oye en emisoras de provincia, donde los periodistas aún mantienen el decoro, la decencia y el respeto a la hora de hacer entrevistas. Eso solo ocurre en los programas periodísticos nacionales en los cuales los arrogantes entrevistadores de Bogotá se creen omnipotentes y prepotentes poseedores de la verdad absoluta y quieren obligar al entrevistado a responder como ellos quieran. Si no les obedece, lo acribillan.
Esos personajes que se escudan detrás de un micrófono para dar rienda suelta a sus perversas intenciones, (parece que fueran mandaderos de alguien), además de repasar los códigos de ética periodística, deberían de vez en cuando ojear la cartilla de urbanidad del maestro Manuel Antonio Carreño.
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