Algo va de los noticieros de radio que realizábamos hace algunas décadas a los que se emiten hoy en las cadenas de radioemisoras en Colombia.
En aquellas épocas quizá pensábamos más en el corto tiempo que tenía la gente para escuchar noticias. Hoy estos espacios informativos se realizan más de acuerdo con el gusto de los periodistas, sin mirar mucho la disponibilidad de los oyentes. Que un estilo sea o no mejor que el otro, no me corresponde juzgarlo. Queda a criterio de la audiencia.
Veamos.
ANTES
Desde comienzos de la década de los años setenta hasta casi finales del siglo pasado, los noticieros de la mañana en las cadenas de radio comenzaban a las seis y terminaban dos horas más tarde, a las ocho. Los del mediodía iban de doce a dos de la tarde y los de la noche iban de seis a ocho.
De esas dos horas, una hora y media eran de información nacional e internacional originada en las estaciones centrales de Bogotá, mientras la media hora restante era de información local realizada en cada emisora de provincia. Así en los tres bloques diarios.
Para cada emisión de los noticieros locales, caso que vivió el autor de esta nota, los periodistas escribíamos cerca de cincuenta noticias que eran leídas por un locutor y hacíamos un par de entrevistas o informes pregrabados en nuestras voces, los cuales no excedían de un minuto cada uno. Así tres veces al día. La participación al aire de los oyentes era muy limitada.
En esos 30 minutos, para el caso de los locales, lográbamos informar cabal y totalmente sobre todo cuanto ocurría en la región en los campos político, gubernamental, económico, cívico, comunal, deportivo, judicial, orden público y hasta social y farandulero. Generalmente ese trabajo en cada ciudad lo llevábamos a cabo tres o cuatro periodistas que trabajábamos en las calles y en la sala de redacción desde antes de salir el sol hasta cuando aparecía la luna.
A efecto de no aburrir al oyente y lograr mayor agilidad, cada noticia correspondía a un suceso diferente.
Lo propio, guardadas proporciones, se hacía en las emisiones nacionales desde Bogotá.
AHORA
Hoy en las cadenas de radio los noticieros comienzan a las cinco de la madrugada y terminan, unos a las diez de la mañana y otros a las doce del mediodía. En la noche no hay emisiones.
Los noticieros centrales desde Bogotá copan por lo menos el 80 por ciento de los tiempos y a los noticieros de las ciudades les dejan tiempos que van de quince a treinta minutos.
Si un oyente quiere estar enterado de todos los sucesos del día debe permanecer escuchando todas las horas que duran las emisiones. Algunos de estos espacios emiten resúmenes breves de noticias condensadas pero no tienen horario fijo habitual para hacerlo.
Hoy los locutores lectores de noticias, a diferencia de antes cuando eran figuras centrales, prácticamente han desaparecido. Hoy las entrevistas se hacen en directo y pueden durar entre cinco y veinte minutos cada una. Y hoy las noticias y las entrevistas son objeto de comentarios y de análisis por parte de los periodistas y de los oyentes, cosa que antes no hacíamos. El periodista no opinaba.
Seguramente los dos formatos, el de antes y el de hoy, tenían y tienen fortalezas y debilidades. El juicio deben hacerlo los oyentes.
Lo cierto es que los periodistas de antes añoramos nuestras épocas, cuando se aplicaba la brevedad, bajo el precepto de que lo bueno, si es breve, es dos veces bueno. Y pensábamos además en el tiempo disponible de la gente para escuchar noticias.
Pero hay que admirar el coraje y la tenacidad de quienes hoy permanecen cinco y más horas continuas encerrados en una cabina de radio, tratando de informar a la audiencia lo mejor que se pueda. Para ellos nuestro aplauso.
Son añoranzas de un “antiguo”, cuando no existían los satélites, ni los celulares, ni los computadores, ni el internet; y las grabadoras más pequeñas eran pesados aparatos del tamaño de una panela doble.