Por Héctor Gómez Kabariq
Un ansioso policía ayer me clavó un comparendo,
al ver que en la calle yo estaba, una empanada comiendo.
“No me joda la vida hermano”, le dije yo sin temores,
“en vez de sentir envidia, vaya y persiga ladrones”.
Que yo estaba violando la ley, ripostó el uniformado;
que el espacio público invadía, que yo estaba mal ubicado.
Ochocientos mil pesos valía, la multa que él me aplicaba,
que pobre pensionado yo fuera, eso a él no le importaba.
Un malandro carterista, de curioso llegó a nuestro lado,
y en menos que canta un gallo, al de verde ya había robado.
Revólver, gorra y bolillo, le quitó al policía el ladrón,
por venir a joderme la vida, descuidó su dotación.
Ahí están pintados aquellos que se meten de lambones,
que molestan a gente decente, en vez de buscar hampones.
La multa no habré de pagar, pues mi pensión es bajita,
que a la cárcel me lleven entonces, por aquella empanadita.