Lo llamativo del acontecimiento no fue la llegada misma de las vacunas sino la parafernalia desplegada por el gobierno nacional…
ISAÍ FUENTES GALVÁN
Por Isaí Fuentes Galván
El pasado lunes llegaron a Colombia las primeras 50 mil dosis de la vacuna contra el COVID-19, lo que representa el 0,008 por ciento del total que se requieren para vacunarnos a todos los colombianos sin contar los inmigrantes.
Lo llamativo del acontecimiento no fue la llegada misma de las vacunas sino la parafernalia desplegada por el gobierno nacional y los medios oficiales para darle al evento una trascendencia que ciertamente no tenía por la cantidad insignificante de dosis que llegaron pero que el presidente Duque aprovechó para dejarse ver como una especie de salvador, magnificarse y de paso hacer política con el tema, como esos politiqueros que hacen transmitir hasta la inauguración de la remodelación de un polideportivo o una cárcel con su respectiva placa en mármol para recordarnos a todos que debemos quedarles agradecidos eternamente solo por cumplir con su deber.
La encomienda de 35 kilos de peso que fue remitida desde los Estados Unidos y transportada hasta Colombia en un avión de una empresa de envíos fue recibida en nuestro país en medio de un despliegue mediático que no se había visto desde la última visita del Papa a Colombia, cuyo jolgorio y algarabía rayanos en la ridiculez seguramente hizo pensar a muchos en el mundo que Macondo existe en realidad y que en pleno siglo XXI existen repúblicas bananeras en las que el jefe del estado rinde honores militares y entona el himno nacional cuando el circo llega al pueblo.
El evento que fue transmitido en vivo y en directo por los canales oficiales –ya saben ustedes cuales son- realizó rastreo y seguimiento al avión que traía el paquete desde que salió de los Estados Unidos hasta la capital colombiana. “¿Así o más ridículos?” Escribió alguien en una red social.
Pero la cosa no paró ahí. Luego en la distribución de las escasas dosis se dio prioridad a territorios gobernados por personas afines al gobierno dejando por fuera o de último a los opositores, como el caso de Bogotá y Santa Marta.
Está claro: Duque quiere hacer política y populismo con las vacunas.