El viaducto llamado “de la novena” o “Alejandro Galvis Ramírez” de Bucaramanga se ha convertido en un fatídico puente usado con frecuencia por los suicidas. Casi que cada semana alguien salta o intenta saltar desde su borde al vacío.
Algunas veces logran intervenir la Policía o los bomberos evitando lo suicidios, pero ya son varios los que han puesto fin a su existencia en ese lugar.
Lo que está sucediendo en ese sitio hace recordar lo que ocurría en el viaducto García Cadena ubicado en la autopista Bucaramanga-Floridablanca. Este puente fue inaugurado el 25 de Julio de 1970 y a partir de ese año se convirtió en “el puente de los suicidas”. Cada año, entre 40 y 50 personas ponían fin a sus días lanzándose desde la parte media del puente. Venían gentes de otras regiones del país a suicidarse en ese lugar.
SOLUCIONES
Los suicidios en el García Cadena merecían amplios y sensacionalistas cubrimientos periodísticos. La radio y los impresos locales casi que trasmitían en directo los eventos. En su despliegue, los periodistas de la época se ocupaban con afán en dar a conocer todos los antecedentes de los suicidas y daban suma importancia a las desgarradoras cartas de despedida que éstos dejaban.
A mediados de la década de los años 80 aparecieron dos soluciones que dieron resultados positivos. La primera fueron unas charlas dictadas por médicos siquiatras a los periodistas de Bucaramanga para hacerles entender que no era conveniente exaltar a los suicidas ni profundizar tanto en sus motivos, en su vida y en sus cartas de despedida. Ello, siendo una publicitada apología, podía inducir a otros a tomar esa fatal decisión.
En principio pocos creyeron en la efectividad de esos consejos médicos pero una vez puestos en práctica arrojaron positivos resultados.
La otra solución la aportó el arquitecto Taylor Camargo quien en 1984 diseñó unas barandas especiales a manera de un enredado de tubos, adecuados a los costados del viaducto. La alcaldía de la época aceptó la propuesta de Camargo, se construyeron e instalaron las barandas.
Con esas dos medidas, los suicidios prácticamente desaparecieron del lugar.
Hoy el problema se ha trasladado al viaducto de la Novena y a pesar de que ya han pasado varias décadas, la solución podría ser la misma : periodistas más mesurados, (ojalá ignoraran estos fatales episodios en aras de ayudar a salvar vidas), y barandas más efectivas que las ya existentes.
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