Por Héctor Gómez Kabariq
Por supuesto que la pandemia del coronavirus ha cambiado radicalmente las costumbres de vida, afectando todas las actividades de los seres humanos en el planeta.
Evitar el contagio y atender a los enfermos se ha convertido en la máxima preocupación de la sociedad encabezada por las autoridades que, en el caso de Colombia aun cuando algo tarde, han venido adoptando drásticas medidas restrictivas pero sanas.
De estas autoridades se exceptúa el alcalde de Bucaramanga, Juan Carlos Cárdenas, quien al imponer en esta época un exagerado pico y placa vehicular ambiental, (de un día a la semana de prohibición de usar los automóviles particulares y las motocicletas se pasó a tres y cuatro días a la semana), está obligando a la ciudadanía a apiñarse y apretujarse en los buses, estaciones y paraderos de Metrolínea durante largo tiempo exponiéndose a altos riegos de contagio. Más que por razones ambientales, el alcalde con esa decisión quiere sacar de la quiebra económica a Metrolínea.
Y en el caso de las autoridades nacionales, si hubiesen tomado esas medidas restrictivas mucho antes, habrían impedido el ingreso de pasajeros internacionales con el virus a través de los aeropuertos, que fue por donde ingresó el coronavirus a Colombia. O al menos habrían demorado más tiempo el ingreso de ese virus al país.
Pero, presente ya la pandemia en Colombia y con muy altas probabilidades de que cada hora aumente el número de casos, hay que tratar de sacar algo provechoso de esta difícil situación.
De las crisis pueden surgir oportunidades.
Lo primero es que se está despertando un sentido de responsabilidad y de solidaridad social. Hoy los colombianos, además de pensar en sí mismos, están atentos a evitar afectar a los demás.
La implantación del trabajo y del estudio de manera virtual a través de internet ha hecho descubrir a las empresas y colegios del país que sus empleados y alumnos pueden cumplir eficaces tareas no presenciales. No todas, pero sí muchas de ellas.
El autoaislamiento en las viviendas obliga a la gente a pasar más tiempo con la familia, a compartir con sus parejas, hijos, nietos y demás familiares.
La gente recuerda que para divertirse, no siempre es necesario ir a los bares, casinos, cantinas, grandes superficies, playas, teatros y demás sitios de apretujamiento. Y se descubre también que para estar en paz con Dios no siempre es necesario ir a las iglesias y templos; desde casa también es posible.
La ocasión se puede aprovechar para adelantar trabajos domésticos entre todos los miembros de la familia y para establecer rutinas de ejercicios físicos que mejoren la salud.
Usando el internet, desde casa se pueden confrontar las informaciones para descubrir y descartar tantas noticias falsas y engañosas que sobre el coronavirus están circulando en las redes sociales.
Y también se puede regresar a maneras agradables de entretenimiento familiar como los juegos domésticos, la lectura y por supuesto, el entretenimiento a través de las series y películas de la televisión.
Algo positivo, así sea poco, se puede sacar de esta crisis. Que no todo sea negativo y que no cunda el pánico.
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