En un país donde florece la censura, donde no hay libertad de prensa, donde los reporteros son asesinados, donde los grandes medios manipulan la verdad y donde cualquier mercachifle compra una grabadora y se convierte en “comunicador”, no debería celebrarse ninguna “fiesta del periodista”
Por Héctor Gómez Kabariq
Este 9 de febrero vuelve a celebrarse “la Fiesta del Periodista” en Colombia. La fecha fue instituida en 1975 para recordar que el 9 de febrero de 1791 circuló en este país el primer informativo impreso, editado bajo el nombre de “Papel Periódico de Santafé de Bogotá”, con la dirección del cubano Manuel del Socorro Rodríguez.
La fecha quiso ser cambiada por la Ley 918 en el año 2004 trasladándola al 4 de agosto para rendir homenaje a don Antonio Nariño por haber traducido la Declaración de los Derechos del Hombre, pero los “cargaladrillos de la noticia” seguimos apegados al 9 de febrero.
El periodismo fue elevado a la categoría de Profesión por el Presidente López Michelsen en 1975 mediante la Ley 51. Por cierto que mi Tarjeta Profesional fue de las primeras en ser expedidas, la número 0601 de 1976. Pero en el 2004 el Presidente Uribe Vélez expidió el Decreto Ley 2090 rebajándola otra vez a la condición de Oficio sin riesgos, arrebatándoles a los reporteros colombianos las prerrogativas prestacionales y pensionales que habían alcanzado en aquella ley.
Era y sigue siendo una actividad de alto riesgo, (muy elevados niveles de estrés que se traducen en letales problemas cardiovasculares, lesiones vitalicias causadas por los equipos radioeléctricos, frecuentes asesinatos, labor de 24 horas diarias, amenazas y secuestros constantes, daños prematuros en oídos y ojos, etc.), y por ello la Ley 51 de 1975 y el Decreto 733 de 1976 le habían otorgado esos beneficios excepcionales. Sin embargo, las prerrogativas derivadas de estas consideraciones probadas científicamente, fueron desestimadas por el caporal del Ubérrimo, Uribe Vélez, quien las derogó de un solo tajo, sin dejar ni medio día de transición. “Gracias” doctor Uribe. Cabe recordar que la abolición de esas ventajas prestacionales y pensionales fue aprobada también por el entonces vicepresidente de la República, el “periodista” Francisco “pachito” Santos. Alguna vez le pregunté por qué lo había permitido y me respondió que él “no se había dado cuenta de eso”. Nada raro en el desvirolado “pachito”.
Pero volviendo al 9 de Febrero, la verdad es que no entiendo por qué se sigue hablando de la “Fiesta del Periodista”.
En el panorama internacional, Colombia ocupa el deshonroso puesto 155 entre 178 países en cuanto a la libertad de prensa se refiere. En este país en los últimos 35 años han sido asesinados 145 periodistas por razón de sus actividades.
Además, producto de la censura que el gobierno y la empresa privada imponen a los medios que no son de sus afectos, quitándoles las pautas publicitarias, en Colombia en los últimos diez años han desaparecido decenas de periódicos, revistas y programas en radio y en televisión.
Los grandes medios informativos nacionales, (RCN radio y RCN TV, Caracol radio, El Tiempo, El Espectador, revista Semana, Caracol TV, Blu radio, la Doble W, La República y el Nuevo Siglo), están en manos de conglomerados económicos criollos y extranjeros dueños de muchas otras empresas y con marcados intereses políticos, que solo piensan en defender sus privilegios particulares, cercenando la verdad.
A ello hay que sumarle que los considerados «grandes periodistas» del país viven arrodillados a los gobiernos de turno; manipulan las noticias; convierten los espacios de noticias en televentas disfrazadas; acomodan la verdad a sus intereses de bolsillo, personales y familiares; e impiden la expresión a quienes no responden lo que ellos quieren.
En un país donde florece la censura, donde no hay libertad de prensa, donde los reporteros son asesinados y donde cualquier mercachifle compra una grabadora y se convierte en “comunicador”, no debería celebrarse ninguna “fiesta del periodismo”. El 9 de febrero debería ser un día luctuoso en Colombia.
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