Llegó a Colombia huyendo porque en Alemania lo iban a fusilar, tuvo 500 hijos y 200 esclavos, fue dueño de 12 mil hectáreas, diseñó caminos en piedra que aún se usan, tocaba piano y violín, acuñó monedas con su imagen, tenía un cañón de guerra, era protestante y murió en la ruina

Geo Von Lengerke, (Georg Ernst Heinrich Von Lengerke), nació en Dohnsen, Alemania, el 31 de Agosto de 1827 y murió en Zapatoca, Colombia, el 4 de Julio de 1882, cuando se aproximaba a cumplir 55 años.
Fue un ingeniero aventurero, buena vida, comerciante, colonizador y terrateniente.
Tocaba el violín y el piano; así como también se dice que hablaba varios idiomas. Recibió la mejor educación posible, como le correspondía al hijo de un conde -hay que recordar, que aunque la partícula Von en alemán significa “de”, es un apellido que denota un origen noble -.
En Alemania, de joven, se dedicó a sus deportes favoritos : la esgrima y la equitación; pero sin dejar de lado las artes pues se enamoró de la pintura barroca siendo admirador de maestros como Rubens, Rembrandt y Botticelli.
De vasta cultura, llegó a Colombia hacia 1852 cuando apenas tenía 25 años de edad, huyendo de la justicia de su país natal que lo buscaba para fusilarlo por haber dado muerte a un coterráneo suyo durante un duelo por el amor de una mujer.
Se instaló en el entonces Estado Soberano de Santander donde se dedicó a la explotación y comercio de la quina, a la construcción de caminos y a la colonización de tierras, llegando a poseer más de 12 mil hectáreas.
Lengerke pudo establecerse en Zapatoca porque, como lo relata Benjamín Ardila, era una tierra ociosa, en la que no se producía nada a gran escala. Esto seguramente lo motivó pues había todo por hacer en estas lomas en las que un don nadie – en este caso un extranjero – con trabajo, ingenio y visión, podía convertirse en rey.
También se dice que se quedó porque le gustó el clima. No en vano se le llama a Zapatoca “la ciudad del clima de seda”, razón que en aquel entonces también significaba la disminución de las probabilidades de contraer enfermedades tropicales como la malaria y la fiebre amarilla.

Entre sus haciendas las más famosas fueron, El Corregidor ubicada en el municipio de Girón, y Montebello y El Florito, ubicadas en el actual municipio de Betulia, en las cuales vivió como un señor feudal, en medio de sonoras y escandalosas extravagancias.
En cuanto a la quina, hay que decir que sus métodos de explotación guardaban mucha semejanza con aquellos empleados por las caucherías en el Amazonas durante la misma época. Se dice que llegó a tener hasta 200 obreros esclavos.
De su contacto con los indios, Lengerke logró sintetizar un pequeño diccionario de los dialectos Opón y Carare, que posteriormente fue publicado en la revista Zeitschrift für Ethnologie de Berlín en 1878.
Hoy todavía se usan caminos empedrados que unen a veredas y corregimientos de Zapatoca, Betulia, Los Santos, Jordán y San Vicente, construidos bajo las órdenes y diseños de Lengerke, que sorprenden por su buen trazado.
En 1863 firmó con el gobierno un contrato para la apertura de un camino desde el Socorro pasando por Zapatoca hasta el puerto fluvial de Barrancabermeja, que incluyó la construcción de un puente con su nombre sobre el río Suárez, el cual fue inaugurado en 1872. Funcionó hasta 1946.
Pero además Lengerke también abrió en Bucaramanga bazares a modo de misceláneas donde se vendían machetes, porcelanas chinas, sillas inglesas para caballería, licores, pólvora, jabones, quesos, especias y hasta reproducciones de obras de arte.
Fue bipolar y bebedor compulsivo, amante de la lectura, del piano y del violín. La historia dice que en sus fincas se armaban bacanales que duraban varios días.
Dejó unos 500 hijos. Hay quienes advierten que muchos de los hombres y mujeres altos, de ojos azules y piel muy blanca, oriundos de Zapatoca, Betulia y alrededores, son descendientes de Lengerke y de otros alemanes que vinieron invitados por él. Cuentan que las hijas de sus esclavos eran obligadas a entregarle su virginidad.
Entre sus excentricidades hay que anotar que hizo acuñar una moneda propia con su imagen para las transacciones internas y se trajo un cañón de guerra desde Europa, el cual disparaba cada vez que le venía en gana.
