La empresa estatal de transporte masivo de Bucaramanga –Metrolínea-, desde su fundación, ha dado evidentes demostraciones de desprecio y maltrato hacia sus pasajeros, quienes, cansados de esta situación, han optado por usar otros sistemas de movilización.
Ahí radica la crisis de Metrolínea, empresa que se halla en quiebra con muy elevadas pérdidas derivadas de su ejercicio, deudas cercanas a 400 mil millones de pesos sin fondos para pagarlas, parálisis de obras civiles y movilizando cada día un menor número de pasajeros. Es decir, cada día que pasa, la crisis financiera de Metrolínea empeora.
Y en una absurda decisión de sus directivos, el reajuste de tarifas aprobado para este 2020 ubica a Metrolínea como la empresa de transporte masivo urbano con el peor servicio y las tarifas más altas de Colombia. El pasaje en Metrolínea este año vale 2.550 pesos. En Bogotá el pasaje de TransMilenio vale 2.500 pesos y el del SITP (componente zonal o buses azules) vale 2.300 pesos; en Cali la tarifa de Metrocali vale 2.200 pesos; y en Cartagena el valor del pasaje en Transcaribe es de 2.400 pesos. Estos sistemas cubren rutas más largas en kilómetros que Metrolínea y por ende los costos de operación para los dueños de los buses son mayores.
Los usuarios del transporte en Bucaramanga recuerdan con nostalgia que antes de Metrolínea el servicio de transporte era mejor y más económico. En Bucaramanga había rutas de buses de varias empresas que prestaban servicio a todos los barrios de la ciudad con tarifas moderadas que nunca merecieron protestas de los pasajeros; sus frecuencias, (tiempo entre uno y otro bus), eran breves; los conductores eran decentes; las amas de casa podían llevar sus mercados; y las madres podían subir al bus con el coche de su niño.
La alcaldía de Bucaramanga creó a Metrolínea y acabó el anterior sistema para implantar a cambio rutas troncales que no llegan a todos los barrios, que obligan al pasajero a caminar varias cuadras y cobrando muy altas tarifas.
En los buses de Metrolínea no hay seguridad, hay atracos, acosos sexuales, la mayoría de los pasajeros debe ir de pie, en las últimas semanas han eliminado varias rutas, la frecuencia entre uno y otro bus es cada día más grande, hay un exagerado sobrecupo, numerosos conductores tienen mal comportamiento, los vehículos ya son viejos y no hay reposición del parque automotor, en las estaciones y puentes peatonales de acceso son frecuentes los atracos y acosos sexuales ante la falta absoluta de vigilancia de la Policía y de ñapa ahora se permite el ingreso a los buses de venezolanos que se dedican a casi obligar con amenazas a los pasajeros a comprarles las galletas, dulces y caramelos que venden.
El exalcalde de Bucaramanga Rodolfo Hernández había prometido en su campaña electoral “convertir a Metrolínea en un servicio tan cómodo y tan eficiente que será para estrato veinte”, pero al terminar su mandato el servicio era más malo que nunca. Y el actual alcalde, Juan Carlos Cárdenas, dos meses después de posesionado, todavía no ha pronunciado ni una sola palabra sobre cómo piensa solucionar la situación de esta empresa.
En síntesis, el servicio de Metrolínea en Bucaramanga es el peor, el más caro y el más inseguro, de todos sus similares de otras ciudades del país y el gobierno no sabe cómo salir de la crisis.
Por ello, la gente cada día usa más otros servicios alternativos como el mototaxi, los automóviles piratas y el Uber, lo cual empeora las finanzas de la empresa.
Metrolínea, cuyos directivos en los últimos años han sido incapaces de remediar la situación, no tiene más camino que declararse en quiebra, desaparecer y dar paso a un nuevo sistema de transporte de pasajeros.
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