Por Héctor Gómez Kabariq
Lo que se pueda o no hacer en el páramo santandereano de Santurbán con las reservas mineras que allí existen jamás habrá de tener solución amigable ni con el hombre ni con la naturaleza debido al radicalismo que acompaña a las partes en conflicto. Todos los allí involucrados creen tener la razón absoluta y ninguno está dispuesto a ceder un ápice en beneficio de la contraparte.
Los ambientalistas de escritorio y de ciudad se oponen a que se intervenga el páramo de cualquier manera. Rechazan la gran minería de las multinacionales pero también rechazan la minería artesanal de los campesinos que desde hace varias generaciones viven de extraer pequeñas porciones de oro arañando los socavones. Y salen a las calles a posar de defensores del agua.
Las empresas multinacionales insisten en inundar el páramo con toneladas de cianuro sin importarles los daños al ser humano y al medio ambiente. Y apelan a la mermelada publicitaria en los medios de comunicación, a la financiación de campañas políticas y a la entrega de dádivas engañosas a las comunidades de la zona.
Los habitantes de los municipios cobijados por el páramo exigen que se les respete su ancestral vocación minera, que también incluye dosis de contaminación de las fuentes hídricas. Reciben las dádivas de las multinacionales pero igualmente salen a las calles a pedir que se les permita el uso de la pica, la pala, la artesa y el cianuro.
El gobierno nacional concede permisos de exploración inicial pero luego niega las licencias de explotación industrial. Y dependiendo de los funcionarios de turno, algunas veces cambia las coordenadas del páramo y otras se hace el pendejo como lo ha venido haciendo el Ministerio de Ambiente.
Y los políticos bailan en la cuerda floja defendiendo en el Congreso a las multinacionales, promoviendo en las calles manifestaciones en defensa del medio ambiente y buscando en el páramo los votos de los mineros prometiéndoles su defensa.
Así las cosas, los ambientalistas, las multinacionales, los mineros, el gobierno y los políticos, seguirán enfrentados por décadas tratando de sacar la tajada que más llene sus apetitos personales, económicos y electorales. Estamos en Colombia.
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