
Por Héctor Gómez Kabariq
Con el regreso de las corridas de toros a la plaza Santamaría de Bogotá, se ha revivido este año en el país la polémica entre los defensores de los animales y quienes apoyan ese macabro espectáculo. Para recordar lo que ocurre en las “tardes de sol, sangre y arena”, quiero reseñarles brevemente en qué consiste esa “fiesta”.
Horas antes de sacarlo al ruedo, al animal lo golpean salvajemente con un garrote en los testículos y en los riñones para quitarle fuerza; lo purgan para provocarle diarrea y debilitarlo aún más; le untan grasa en los ojos para que no vea bien y le embadurnan las patas con una sustancia ardiente a fin de que no se quede quieto. Cuando el toro sale a la arena saltando no es de alegría o porque tenga “casta”, sino porque le arden las patas.
Ya en el redondel, el picador desde su caballo, enterrándole una lanza lo desangra y le destroza los músculos trapecios, el romboideo, los espinosos y los transversos; seguidamente con seis banderillas le aumentan el dolor y la hemorragia, y le siguen destrozando la musculatura; acto seguido el torero le entierra una larga espada con la cual le perfora el hígado, los pulmones y el corazón; y finalmente, a mansalva, le clava una puñalada en la nuca a la cual llaman “descabello” para destrozarle las vértebras atlas y axis, y dejarlo paralítico.
De inmediato el cobarde que viste de luces se voltea hacia el público con los brazos en alto dando un “parte de victoria”. Y el público exultante lo vitorea, le muestra pañuelos blancos y pide que lo premien. Pañuelos blancos, el color de la paz, para congraciarse con tan horrenda muestra de violencia.
Aún después de semejante brutalidad, el animalito, tirado en el piso y ahogándose en su propia sangre, sigue vivo. Entonces lo arrastran hasta un patio donde, sin que el público lo vea, con sevicia terminan de matarlo a puñaladas.
Es tan criminal este espectáculo, que ya sido prohibido en casi todos los lugares del mundo incluyendo algunas provincias de España, país que parió esta desgraciada aberración.
Quisiéramos ver si a quienes acuden a las plazas de toros les agradaría que alguien, así sea levemente, maltratase a la mascota de su casa. Inmorales.
No podemos permanecer indolentes ante tamaña monstruosidad. Si se protesta por una patada a un perro, por qué no protestar ante el vil asesinato de un indefenso animal que siente, sufre, se queja y llora ?.
El toreo es un acto criminal cuyos promotores deberían ser encarcelados a la luz de las normas que proscriben el maltrato a los animales en Colombia.
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