El primer reloj de pulsera del mundo lo fabricó Abraham Louis Breguet en el año 1812. Lo hizo para regalárselo a Carolina, reina de Nápoles y hermana menor de Napoleón. Pero solo hasta comienzos del siglo XX el reloj de pulsera comenzó a popularizarse y a dominar los mercados.
En los primeros tiempos sólo se usaba para conocer la hora pero con el correr de los años se convirtió en un ostentoso elemento demostrativo de poder y de riqueza.
Hoy hay que revisar si realmente vale la pena seguir usando este aparato para conocer qué momento estamos viviendo.
En los actuales tiempos son miles y miles de personas las que son asesinadas cada año por los delincuentes para robarles el reloj de pulsera, así sea caro o barato. Ya millones de personas no salen a la calle portando sus relojes de pulsera por miedo a los atracadores y prefieren dejar sus relojitos en la casa. Entonces, si no pueden usarlos, para qué tenerlos…
En todos los hogares hay uno o varios relojes de pared. En consecuencia, dentro de la vivienda no se necesita el reloj de pulsera.
Todos los teléfonos celulares del mundo marcan la hora y hoy millones de personas portan un celular. Luego esas personas tampoco necesitan el reloj de pulsera.
Todos los vehículos automotores del mundo tienen en sus tableros relojes para que conductor y pasajeros no se vean obligados a portar un reloj de pulsera.
Las motocicletas, las bicicletas móviles y las estáticas, en su gran mayoría tienen relojes. En las pantallas de todos los computadores se marca la hora.
Es decir, hoy el reloj de pulsera no es indispensable para saber la hora pues tiene muchos sustitutos en todos los lugares que habitamos.
Así las cosas, vale pena seguir usando por razones de orgullo, de vanidad y de ostentación, un elemento que solo sirve para atraer a los delincuentes y en consecuencia para poner en peligro nuestra vida ?.
¿ Para qué tener un elemento que ya no es necesario, que puede costar millones de pesos y que por seguridad ya no podemos usar ?.
En mi caso personal, dejé de usar reloj de pulsera desde hace más de seis años cuando me vine a vivir a Zapatoca, mi pueblo. No lo he necesitado para nada, ni siquiera cuando voy «a la capital». El último que tuve lo regalé. Vivo más calmado, no atraigo a los delincuentes y a veces hasta me resulta más tranquilizante no saber ni en qué día estoy.